Acá voy otra vez con política. Como lo mencioné en un podcast esta semana, estoy aprendiendo y en Convergente van quedando algunas ideas, posiblemente ilusas e incompletas pero, como tal, perfectas para promover una conversación con todos ustedes.
Mi hallazgo en la reflexión en este artículo es la necesidad de evolucionar los modelos de gobierno y sociedad, reconociendo que somos una civilización joven viviendo cambios a una velocidad vertiginosa.
Comencemos.
Hablar de una sociedad polarizada es una simplificación: una cosmovisión con sólo dos orillas. Supone que cada polo está conformado por una sola tipología de elector o que, por lo menos, existe un elector promedio, representativo de cada uno.
La realidad es que somos un universo heterogéneo de electores que, tras una especie de puja entre oferta y demanda, encuentra cierto equilibrio en ese 50-50 polarizado.
Por demanda, me refiero a las expectativas y necesidades del elector y por oferta me refiero a las propuestas de los líderes políticos en cada una de esas dos orillas. El proceso de “puja” consiste en:
las interpretaciones que cada uno de los electores le da a la información que recibe sobre la “oferta” política del momento, la evolución de ese entendimiento y las decisiones sobre dónde ubicarse
el acomodamiento ideológico y narrativo de los líderes políticos en reacción al acomodamiento del otro polo y su interpretación de las preferencias de los electores, con el objetivo de maximizar la captura de votos
El resultado posiblemente nunca es un equilibrio en el 50% pero si una gravitación alrededor del 50%, con un polo a veces obteniendo una pequeña mayoría y, a veces, el otro. Ahí está la ilusión de polarización.
Una conclusión nefasta de este fenómeno es que tiende a ser un juego “suma-cero", donde lo que gana alguno obligatoriamente lo pierde el otro. El corolario de esto es que no permite la ambición de maximizar el bienestar para todos.
Lo anterior es un modelo mental que me ayuda a reflexionar sobre el aparente sin salida de la polarización que vivimos en muchos países americanos. Me surgen varias reflexiones:
¿Para qué sirve un sistema con dos ideologías que, en su lucha por diferenciarse (para maximizar sus ventas) y minimizar los asuntos que tienen en común, eliminan la posibilidad de maximizar el valor para todos los electores?
¿Con qué nivel de verdad se toman las decisiones en una democracia si los electores nos basamos en interpretaciones de información superficial y los propósitos de los políticos son, en el mejor de los casos, variables?
Aparte del enriquecimiento ilícito y el deseo de poder, ¿cuál es el incentivo de los líderes políticos para ceder en su ideología o cosmovisión para obtener electores?
Es obvio para mí que existe una necesidad de reflexionar y proponer nuevos modelos que rompan el ciclo vicioso del sistema de dos ideologías competidoras, con el objetivo principal de permitir la maximización del bienestar de largo plazo de una población.
El pensamiento político “clásico” propone que debe ser el “centro”, lo que está entre la izquierda y la derecha, el llamado a liderar. Mi observación es que el centro se compone de interpretaciones moderadas de las ideas de un lado y del otro que, naturalmente, desencantan por su liviandad y falta de pasión. La moderación, partir la diferencia entre polos, es simplemente mediocre e incapaz de inspirar un verdadero movimiento.
En nuestros mercados emergentes, éste es un momento de urgentes necesidades sociales y ambientales acompañado de grandísimas limitaciones económicas para resolverlas. Este dilema, la necesidad de construir soluciones efectivas a escala y con altísima eficiencia económica, claramente evidencia que las instituciones económicas y democráticas vigentes, si bien han elevado significativamente el estándar de vida en todo el planeta, tienen debilidades de fondo. Estas debilidades, desatendidas, son el pretexto perfecto para el surgimiento del autócrata populista cuya capacidad de ejecución (a.k.a mano dura), o la promesa de ella, ilusiona a los electores desencantados pero que, como nos señala nuestro modelo mental del inicio, inevitablemente imposibilita la prosperidad generalizada.
En la publicación anterior mencioné el concepto de neopopulismo como un antídoto al populismo polarizante que conocemos hoy en día. Claramente es un término nuevo, medio amorfo y al que le podemos asignar todo tipo de significados. Yo voy a tomarme el atrevimiento de describirlo como yo quisiera que fuera:
Sus líderes son intelectuales, economistas, ingenieros, humanistas, tecnólogos, empresarios y emprendedores, entre otros perfiles, que aceptan ser candidatos por sus méritos, liderazgo natural y genuino interés por el bien común. Dicho de otra manera, gustosamente renuncian a ser candidatos por el bien común.
Su estilo imita al populismo en su capacidad de transmitir mensajes claros y digeribles por cualquier ciudadano, sin sacrificar veracidad en la información y sin prometer en exceso, complementado por amplia disponibilidad de información sobre el desempeño del oficio público. Se preocupa por elevar la capacidad de la población de informarse, formar opiniones críticas y decidir.
No escarba por temáticas en la zona gris entre la izquierda y la derecha; tiene su propia autoridad ideológica y moral.
Su agenda la conforman asuntos verdaderamente relevantes para los electores, asuntos populares, con una aspiración de abundancia como el método para incrementar las libertades personales que traen bienestar. Es un movimiento adaptable en función de los asuntos más relevantes para la población.
Mi primer impulso para pretender desarrollar este último punto, es decir, la agenda de desarrollo de una sociedad gobernada por un movimiento neopopulista, es acudir, nuevamente, a las capas de ritmo de Stewart Brand. Recordemos que la forma en que las capas vecinas se influencian es la manera en que una civilización se adapta al cambio y es resiliente. Lo veo, en gran resumen, así:
capa “naturaleza”: los dos asuntos más profundos, inamovibles e inmutables son la seguridad física y la salud. Sin estos, los individuos que formamos una sociedad no somos efectivos a plenitud de nuestra capacidad ni tenemos la disposición para entregar totalmente esa capacidad a la sociedad. El neopopulista deberá fundamentar toda su propuesta en la existencia de garantías de maximización de la salud y la seguridad individuales.
capa “cultura”: el movimiento neopopulista vuelve cool, cultura popular, participar en política, ser transparentes, el pensamiento crítico, vivir y defender los valores democráticos como la libertad, el estado de derecho, los derechos humanos y el pluralismo.
capa “gobierno”: la idea que el Estado es el garante de ciertos derechos evoluciona en la medida que sea factible implementar sistemas descentralizados efectivos (para identidad, control, custodia de información, etc.). En consecuencia, el “Estado” es el mínimo necesario para proveer lo que el mercado o sistemas descentralizados son incapaces de hacer. Adicionalmente, la separación de poderes se magnifica y refuerza, minimizando la impunidad y castigando severamente la corrupción de funcionarios públicos.
capa “infraestructura”: la capa de gobierno ofrece las condiciones para que el mercado provea los sistemas críticos de operación de una economía sin límites de expansión: de seguridad social (sistemas aseguradores de salud y pensiones, por ejemplo), urbanismo (incluyendo la construcción de vivienda, espacios públicos “comunes” y la creación de nuevas ciudades), comunicación (vías físicas y puertos, aéreos, fluviales y marítimos, de gran escala y “personales”; y conectividad rural), energía (incluyendo la transición requerida en toda la cadena desde generación a gran escala, hasta la gestión del usuario final) y educación (con su respectivo modelo de financiación de largo plazo).
capa “comercio”: el movimiento neopopulista sabe que la abundancia está en mover la economía a la Era del Conocimiento, y reconoce tres fuentes de oportunidad:
sabe que la oportunidad económica de mayor expansión a nivel global es digital y que es la única forma, que conocemos hasta ahora, de generar abundancia con mínimos costos marginales (hacer más con menos, resolviendo el dilema discutido arriba)
todo aquello cuyo motor de valor fundamental es talento
aquellos negocios donde nuestras condiciones geográficas nos dan singularidad, como la abundancia de agua y biodiversidad
¿Cuál es, entonces, el mecanismo que rompe el círculo vicioso en el que están atrapadas nuestras pequeñas economías latinoamericanas y nos catapulta a la prosperidad? No sé si hay respuesta completa pero puedo afirmar con tranquilidad que uno de sus componentes es un cambio de mentalidad. Algunos lo llaman growth mindset; otros hablan de superar el síndrome del impostor. Yo observo un generalizado complejo de inferioridad en nuestra sociedad. Somos incapaces de creer que la prosperidad perdurable es factible y que es totalmente dependiente de lo que pensamos y hacemos. Creemos, con fervor, que toda luz de esperanza es efímera y que, por lo tanto, se debe capturar de manera egoísta. Frases como “el vivo vive del bobo” se me vienen a la mente. Fenómenos crecientes en nuestro contexto para hacer dinero “fácil” como el narcotráfico y las apuestas deportivas, también.
Yo me imagino la cara de algunas personas cuando leen Convergente (😒) y piensan que soy iluso. Lo soy. Pero no del tipo que espera que las cosas salgan bien porque sí. Sino del tipo que se levanta todos los días para hacer que pasen. ¿La solución a alguno de los problemas de nuestra civilización viola las leyes de la física? ¡Obvio no! (como dicen mis hijos) Entonces las soluciones están allí para descubrirlas.
Mi tarea en Convergente seguirá siendo cultivar este tipo de pensamiento, con más ideas y más información, y compartirla acá para aportarle algo nuevo y positivo a la conversación.
Eso es todo por hoy. Gracias por leer, comentar y compartir.
Camilo
Muy interesante Camilo. Unas reflexiones, algo en desorden:
El Neopopulismo habla de la política como el arte de gobernar o la política como la táctica para ganar elecciones? La discusión de la polarización aplica más para lo segundo. Para lo primero el fenómeno a analizar es la desconexión del público con sus gobernantes (que no sé si sea necesariamente malo).
La distinción entre ganar elecciones y gobernar las conocen bien los políticos, y la sufrimos enormemente los ciudadanos, sobretodo porque resta a la capacidad de llegar a acuerdos, incluso sobre lo fundamental pero sobretodo para aprovechar o protegernos de las grandes transformaciones que estamos viviendo.
Por otra lado, cabría la propuesta de que el neopopulismo intervenga un paso anterior y ayude a definir lo que es bienestar? Que convenza a la mayoría de que el bienestar no es un concepto individual, que el PIB no mide bienestar y que sin competencia de mercado no hay crecimiento ni nada para repartir?
Por último, creo que es generosa la afirmación de que en lo que llamas la puja entre oferta y demanda hay una “interpretación” por parte de los electores. Yo muchas veces veo solo reacciones emocionales a estímulos quirúrgicamente implantados.
Saludos,
Hola Tomás, gracias por tus comentarios.
Varias personas me han solicitado cosas similares. Es todo un reto pues estamos hablando de una forma de pensar la política que es absolutamente hipotética y en desarrollo. No existen, al menos que yo conozca, ejemplos ni casos prácticos. Bienvenidas tus ideas.
De otro lado, mi invitación en este caso es a pensar menos en los métodos y más en los objetivos, ir a la acción, reforzando lo que funcione e iterando rápido. De lo contrario, pienso que seguiremos atrapados en el sin salida del populismo que se auto refuerza.