Esta semana leí este artículo de Alex Tabarrok sobre el nombramiento de RFK Jr. como director del Departamento de Salud y Servicios Humanos en Estados Unidos, responsable por ARPA, la CMS - Medicare y Medicaid -, y la CDC, entre muchas otras agencias y divisiones. Me puso a pensar esta frase en la citación inicial:
Al nominar a Robert F. Kennedy Jr., un destacado activista anti-vacunas, el Presidente Trump socava su propio legado y genera dudas sobre el compromiso de su administración con la protección de vidas estadounidenses a través de políticas de salud basadas en la ciencia.
Trump está eligiendo individuos en cargos clave que le aseguren lealtad por encima de cualquier otro aporte que puedan hacer. Esto está en línea con las expectativas de los electores que esperan que el nuevo presidente sea efectivo en hacer cambios profundos al funcionamiento del estado americano. En este caso en particular, lo hace incluso en detrimento de importantes políticas públicas que él mismo había impulsado (las vacunas contra el COVID).
Más allá que el favoritismo de Trump haya o no incrementado por haber indicado la selección de RFK Jr. en este cargo, este manejo es evidencia de una creciente politización de un factor clave del bienestar de las personas: la salud.
Como el anterior, múltiples temas me vienen a la mente que han sido apropiados por políticos, como dueños y líderes de aspectos de pleno interés para las poblaciones. Piensen en cambio climático, educación, aborto, derechos de minorías, etc.
Quise analizar este fenómeno de la politización pues se me hace extraño que hoy aceptemos con tranquilidad que la vocería de estos asuntos relacionados con el bienestar de la población la tengan los políticos. Ahora caigo en cuenta que algunas de las razones ya las habíamos discutido.
Cuando hablo de politización me refiero a la transformación de temas sociales y/o técnicos en debates políticos y su incorporación en la agenda política, incluyendo promesas en campañas electorales.
Para aclarar, lo anterior no es intrínsecamente negativo. Cierto grado de politización genera mayor visibilidad de problemas sociales importantes, moviliza recursos y atención pública, posibilita cambios estructurales y promueve una mayor participación ciudadana en debates importantes.
Lo preocupante es cuando:
las decisiones sobre estos temas se toman cada vez más con base en criterios políticos en lugar de técnicos
estos temas conciben en términos binarios, característicos de la polarización “ideológica” sobre la que hemos hablado en Convergente, sobre-simplificando los matices del debate
estos temas se utilizan como herramientas para ganar poder político o priorizan los beneficios políticos sobre las soluciones colectivas efectivas
las decisiones sobre estos temas se alinean con ideologías políticas específicas y se crean "paquetes" de posiciones que se deben adoptar según la afiliación política
La politización de la cultura, la salud y la educación, entre otros temas fundamentales, tiene costos muy altos para la sociedad. Cuando se toma una decisión sin basarse en evidencia u objetividad, las consecuencias son graves: se generan ineficiencias, se deteriora la calidad de los servicios, se perpetúan desigualdades y se siembra desconfianza hacia las instituciones.
En épocas de polarización extrema, como las que vivimos hoy, el riesgo de manipulación se intensifica. Los políticos buscan captar adeptos utilizando los sentimientos y las emociones ligadas a los asuntos más relacionados con sus necesidades de bienestar, en lugar de generar un debate informado. Esta realidad debilita la democracia y la sociedad pues, en lugar de educar a la ciudadanía para tomar decisiones informadas, se la manipula para servir a los intereses del poder.
¿En qué momento delegamos semejante responsabilidad en los dirigentes políticos?
Revisando la historia, nos encontramos con una evolución que comienza antes de la existencia de los estados-nación cuando asuntos sociales como la salud y la educación eran proporcionados principalmente por instituciones religiosas, más como actos caritativos que como asuntos políticos (piensen en la Iglesia Católica de la España medieval).
A partir de la Ilustración, en el siglo XVIII, se comienza a cuestionar el papel de las instituciones religiosas en la sociedad y se origina un debate sobre el rol del Estado en la provisión de servicios básicos. La educación y la salud comienzan a ser vistas como derechos naturales, dando origen a un control de acceso con componentes políticos. Este proceso se acentúa con la Revolución Francesa (1789), la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y el establecimiento de principios de igualdad y derechos universales. Así, el bienestar de la sociedad se convierte en un asunto público y, por ende, político.
La llegada de la Era Industrial incrementa la demanda de trabajadores alfabetizados y saludables. Los movimientos obreros de finales del siglo XIX y principios del XX presionan políticamente por mejores condiciones y acceso a servicios básicos. Surge una tensión entre los intereses privados y el rol del estado que tiene desenlaces contundentes como la Revolución Rusa de 1917, el surgimiento del estado socialista y la completa estatización de los servicios esenciales.
Durante el siglo XX, grandes eventos históricos, en muchos casos distantes para los individuos comunes y corrientes, movieron el eje del debate sobre modelos económicos y sociales una y otra vez. Los movimientos por los derechos civiles, el surgimiento del modelo de estado benefactor, la Guerra Fría y luego su terminación, el giro hacia el neoliberalismo de Thatcher y Reagan, la globalización y el surgimiento de organismos supranacionales, tuvieron en el centro de su conversación diferentes aproximaciones a la forma de proveer servicios generadores de bienestar a la población.
Se observan unos claros patrones históricos como las constantes tensiones ideológicas, el debate sobre la asignación de roles (estado vs. privados), el impacto que generan ciertas crisis (guerras, pandemias) y movimientos sociales y, más recientemente, las nuevas tecnologías (con divisiones sobre privacidad, por ejemplo).
A veces perdemos de vista que somos una civilización joven. Los humanos modernos existimos hace 300.000 años y el modelo actual de organización de la civilización tiene unos 250. Con el agravante que, hasta sólo hace unos 30 años, no teníamos forma de comunicarnos masiva e instantáneamente a nivel global.
No sorprende, entonces, que como sociedad, vayamos y vengamos en un proceso de descubrimiento del mejor modelo posible. Por eso debatía en estos días, con unos amigos, que es lógico que en semejante complejidad de descifrar el modelo que maximiza el bienestar de la sociedad, surjan oportunistas (como los populistas) que se aprovechan de la dificultad que tiene un individuo promedio para entender todas las variables que afectan su realidad y propuestas que rompen el status quo.
Me parece que es momento que este proceso de descubrimiento, de ensayo y error, evolucione. En el mejor espíritu del neopopulista que soy, considero que debemos ganar consciencia sobre la obligación de despolitizar el bienestar y, deliberadamente, establecer la institucionalidad que lo asegure.
Por una parte, las tecnologías actuales permiten amplio (aunque no total) empoderamiento individual por la salud, el acceso a conocimiento y a oportunidades económicas. De otro lado, estudios recientes demuestran que la libertad regulatoria y gobiernos efectivos están correlacionados positivamente con el surgimiento de comportamientos prosociales. Esto, que básicamente significa cuidarnos entre nosotros mismos, es el opuesto a lo que los economistas llaman Comportamiento de Nash, en el que cada individuo está jugando estratégicamente para ganar, considerando a todos los demás jugadores sus oponentes. En teoría de juegos, específicamente el dilema del prisionero, todos los resultados son subóptimos si no se coopera.
Un gobierno efectivo, que opera de manera eficiente y cumple con sus compromisos, genera confianza en la sociedad y fomenta la cooperación entre los individuos. Adicionalmente, las sociedades con mayor libertad regulatoria tienden a ser menos corruptas y materialistas, generando más confianza y tolerancia. ¿Simple o no?
Observen el círculo virtuoso: de manera cohesiva elegimos gobernantes honestos y alineados con la visión de un estado desregulado. Como consecuencia, la población gana confianza y se permite actuar, mucho más, con intereses colectivos y no individuales que, a su vez, los unen para asegurar el mejor desempeño de la operación del estado.
Lastimosamente estamos atrapados en el círculo opuesto.
Esto es precisamente la despolitización de la que hablo. Una combinación entre apropiarnos de los asuntos que hoy en día ya son gestionables a nivel individual y elevar el nivel de exigencia en la selección de dirigentes del estado, transforman la dinámica de poder y reducen la dependencia de decisiones políticas polarizantes porque:
se fortalece la autonomía personal y comunitaria
se reducen las desigualdades sistémicas lo que, a su vez, reduce las tensiones sociales
emerge un cambio cultural de colaboración y objetividad
los procesos descentralizados ganan legitimidad
el nivel de exigencia a las políticas partidistas es significativamente mayor
Tras estas reflexiones, ¿cómo es posible tolerar que un sistema de la salud o de pensiones o laboral, en alguno de nuestros países emergentes, se establezca bajo parámetros de dogmas políticos?
En Colombia, en particular, estamos al inicio de un nuevo ciclo de elección presidencial. Un lado de la plaza pública grita “derecha” y el otro “izquierda”; análogo a gritar correcto e incorrecto, como si tuvieran clarividencia. No observo aún a la población gritando: “escojamos al mejor gobernante, al más preparado, al más capaz de tomar las mejores decisiones así sean difíciles, al que confía en que la población puede salir adelante, si sólo la dejan”.
Eso es todo por hoy. Gracias por leer, comentar y compartir.
Camilo
El artículo en general es muy lucrativo ideológicamente, es profundo al analizar los conceptos de lo que NO hacen las mayorías: Profundizar en la conciencia - razón como por ejemplo, para elegir lo más idóneo para administrar la Nación. Pero … En cuanto a la introducción de este artículo, al referirse a Robert F. Kennedy Jr., me parece, contradice el espíritu de este mismo artículo, me explico : En mi caso, he seguido a Robert desde el año 2020, y he entendido que genera debate para el conocimiento. De hecho entre otras muchas cosas, entendí lo que es la inmunidad natural (esto es ciencia ), además a través de él llegue a científicos y sus papers, etc. Abreviando, es decir, referirse a Robert F. Kennedy Jr. cómo un ejemplo de “la politización” de la salud es un contradicho, ya que en su filosofía él aboga por el cuidado de personal de la salud a través del conocimiento científico y para ello genera el debate … Así que quienes están politizando la ciencia, el conocimiento son los mismos que escribieron el artículo de cuya fuente te surtes… Saludos